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La violencia en la escuela estadounidense: déficit afectivo y ético

Para los jueces norteamericanos, los factores desencadenantes de delincuencia están por este orden: familias rotas, drogas, paro, chabolas y educación deficiente. En cambio, para la opinión pública estadounidense, la influencia de drogas, la falta de formación moral y la disponibilidad de armas son los elementos más resaltados de la delincuencia juvenil.


La violencia en la escuela estadounidense continúa creciendo y exige una respuesta inmediata. La abrumadora mayoría de los escolares no están involucrados en actos de violencia ni están afectados por ella. A pesar de que hay preocupación, no hay que sentirse aterrados porque las reacciones drásticas no van a resolver el problema. Las escuelas reflejan una sociedad cada vez más violenta, pero no son la fuente de esa violencia.

Las escuelas han desarrollado y siguen haciéndolo, programas para prevenir y responder a las manifestaciones violentas. Hay que mirar, sobre todo, las causas de la violencia escolar, que, de acuerdo con varios psicólogos y sociólogos, son las siguientes:

  • Déficits en las habilidades cognitivas y sociales individuales
  • Abuso doméstico y permisividad en diferentes tipos de acoso
  • Pobreza
  • Racismo y discriminación
  • Desempleo
  • Insuficientes actividades cooperativas
  • Aulas y edificios inadecuados
  • Fácil acceso a las armas, al alcohol y a las drogas
  • Alienación de la herencia cultural
  • Falta de supervisión y de salidas constructivas para los jóvenes
  • Disminución de la influencia de las instituciones socializadoras como la familia, las iglesias y las organizaciones comunitarias.
  • Unos medios de comunicación que enseñan y glorifican las soluciones agresivas.

Para los jueces norteamericanos, los factores desencadenantes de delincuencia  están por este orden: Familias rotas, drogas, paro, chabolas y educación deficiente. En cambio para la opinión pública estadounidense, la influencia de drogas, la falta de formación moral y la disponibilidad de armas son los elementos más resaltados de la delincuencia juvenil.

El gráfico que aportamos de jóvenes y violencia, refleja, en cierto modo, las diferentes variables interactuantes, tanto en la zona de riesgos, como en la zona de no violencia y convivencia. Todos esos factores y muchos otros, contribuyen a la formación de comportamientos que reflejan las actitudes, hábitos, creencias y condiciones de conducta social, cultural e interpersonal de los jóvenes. Qué duda cabe, que todo ello se refuerza con la crisis intergeneracional entre niños, jóvenes y adultos, en un mundo donde la brecha comunicacional entre ellos aumenta y genera dos o más lenguajes incomunicados.

¿Qué es posible hacer?

Quienes estudian la violencia en las escuelas estadounidenses piensan que algunas cosas pueden prevenirse por medio de mejorar la planta física de las escuelas. Pero esta es una medida transitoria simplista e insuficiente y hay otros componentes muy importantes como la formación más completa de los maestros y profesores; el mejoramiento de las actitudes sociales y afectivas de los estudiantes, profesores y administradores; lograr el mejoramiento de las relaciones entre padres e hijos, profesores y estudiantes; prever las crisis y planificar una respuesta adecuada a las mismas; aumentar las relaciones con la comunidad; desarrollar buenas actitudes y relaciones con la policía; aumentar las actividades extracurriculares; hacer a los niños y jóvenes conocer bien la ley; implementar programas para los padres y adultos de la comunidad sobre el trato con los menores. Está claro que si se pone atención a los problemas de conducta desde el comienzo, se aumenta la posibilidad del éxito académico y social de los niños y niñas. Además, el estar involucrados positivamente con las actividades escolares es una gran ayuda para que no surja la violencia.

El conocimiento adquirido no es producto de un proceso desarrollado en el vacío, sino en la interacción de experiencias, tanto individuales como sociales, que dan sentido a la vida del ser humano. Por ello, educar en su sentido más amplio no puede ser sinónimo de enseñar, instruir o entrenar. Educar es formar e instruir. Es combinar los procesos cognitivos, afectivos y psicomotores que permitan a los estudiantes convertir los contenidos en elementos libremente disponibles y discernibles, pero también como parte del crecimiento de su personalidad y de su convivencia en sociedad.

Es así, que lo que diferencia una escuela de un centro de entrenamiento es que la escuela se orienta al desarrollo integral del ser humano en consonancia con su medio, no solo mediante la enseñanza de destrezas y capacidades, característica de los centros de entrenamiento, sino en el aprendizaje social y cultural y en el crecimiento como persona en constructiva compañía. En el fondo, esto sería la base para una educación ética, donde la tolerancia y el pacifismo (antiviolencia) fueran ejes esenciales de su propio desarrollo. Lamentablemente, la escuela de Estados Unidos demuestra problemas graves en el desarrollo de competencias cognitivas, pero las dificultades en el manejo de variables sociales y culturales tiene en ella una profunda crisis. La violencia, el egocentrismo, la desmantelación de conductas cooperativas, la educación etnocéntrica, son parte de un problema más generalizado.

La educación debe proporcionar el desarrollo del pensamiento ético y estético, las conductas de flexibilidad y tolerancia, el ejercicio permanente para la liberación de prejuicios mentales y sociales, la moderación de lo superfluo, el aprender a compartir el conocimiento, el aprender a saber escuchar, el fomentar las actitudes para compartir, el aprender el sentido de convivencia con la naturaleza, con el conocimiento y con el ser humano. La escuela estadounidense está informando mal y formando mucho peor. La educación afectiva está prácticamente remitida a un último lugar y esto es a mi juicio una de las causas de su mala salud.

Referencias

Escotet, M.A. (2000). Cultural and Social Foundations of Education: An Interdisciplinary Approach. Needham Heights, Mass: Simon & Schuster, 1997, 2nd edition 2000.

Escotet, M.A. (1998) La diversitat a l’escola: La diversitat en l’educació nord-americana. Barcelona: Consell Escolar de Catalunya.

Peterson, J. y Densley, J. (2022) The Violence Project. New York: Abrams Press. 

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