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30 de septiembre de 2007
La Nación
"La
humanidad está moviéndose hacia una sociedad del aprendizaje en donde
no existe una etapa para estudiar y otra para trabajar, sino que las
dos comienzan a ser simultáneas. Por eso, es una exigencia ética y
profesional desechar los títulos terminales y revalorizar la formación
permanente", afirma el especialista español en educación superior
Miguel Ángel Escotet. Y agrega: "¡Nuestro último título será el
certificado de defunción! Esto, según el reconocido académico, es uno
de los factores que explica el dinamismo continuo del universo de los
posgrados en todo el mundo.
Desde
la Universidad de Deusto, en Bilbao, España, donde está a cargo del
Instituto de Posgrado y Formación Continua, Escotet reflexionó sobre el
futuro de los posgrados, habló de la importancia de un control
apropiado de sus sistemas de evaluación y resaltó que la principal
diferencia de este tipo de programas en América latina, Europa y
Estados Unidos está asociada a "la asimetría en sus recursos".
Al menos dos veces al año, Escotet visita nuestro país, como director
de la cátedra Unesco y Universidad de Naciones Unidas sobre Historia y
Futuro de la Universidad, de la que dependen la maestría y el doctorado
en Educación Superior que se dictan en la Universidad de Palermo.
Escotet ha investigado en centros universitarios y organismos públicos
de América Latina, Europa, Estados Unidos y Asia y fue consultor de organismos
internacionales.
¿Qué cambio cree que deberán implementar los posgrados?
-El posgrado, en todas sus modalidades, tendrá que asimilarse a la idea
de formación permanente e interdisciplinar, como factor de innovación y
desarrollo de la calidad del sistema educativo. Tenemos que formar
profesionales con un conocimiento profundo de su carrera pero con el
suficiente de otras disciplinas que le ayuden, a su vez, a entender
mejor la suya propia.
¿Qué diferencia a los posgrados de Estados Unidos, Europa y América latina?
-Estados Unidos es el país más avanzado en esta cuestión. Su calidad,
cantidad y diversidad de posgrados no tiene comparación. Dicho esto,
nuestras instituciones de educación superior se van pareciendo cada vez
más. Yo nunca he diferenciado la esencia de la misión universitaria
entre países pobres o ricos, y universidades públicas o privadas. Pero
sí he diferenciado la asimetría en los recursos.
-Es esencial. Hay muy buenos programas de posgrado en América latina,
pero es fundamental la cooperación interinstitucional para ampliar la
oferta de calidad y para el desarrollo de programas internacionales que
aglutinen los mejores recursos académicos y profesionales con que
cuenta la región.
¿Cómo ve usted la evaluación de calidad de estos programas en América latina?
-Los países de la región han hecho un gran esfuerzo en la modernización
de los sistemas de acreditación y evaluación. Pero es insuficiente.
Queda por saber cómo se va a evaluar a los evaluadores. Muchas veces,
quienes evalúan una innovación, al estar apegados a un sistema
tradicional de concepción académica, en vez de favorecerla, la
destruyen. La evaluación de calidad para ser genuina debe estar ausente
de prepotencia intelectual y autoritarismo.
¿Pueden los posgrados ayudar a recuperar el vínculo que, según usted ha dicho, la universidad ha perdido con la sociedad?
-La universidad debe abrirse hacia el mundo creativo, al productivo, a
todos los estratos y dimensiones sociales. Para esto, debe aliarse con
la empresa y dar entrada a los profesionales del mundo productivo. La
teoría necesita de la práctica para seguir creándola. Esto, sin la
ayuda de la sociedad, es imposible y el subsistema de posgrado es el
primero de los vínculos.
Por Cecilia Crego
Para La Nación Domingo, 30 de septiembre de 2007
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