César Alegre es lingüista y profesor del departamento de Español en
el prestigioso Amherst College de Massachusetts. Ahora se encuentra en
Barcelona realizando una investigación sociolingüística sobre el mundo
de habla hispana. Se trata de un semestre sabático pagado por la
universidad americana. Recalca esto último porque dice que es una de
las diferencias entre los centros europeos —y sobre todo españoles— y
los estadounidenses. «Allí se tiene conciencia de que la investigación
y el progreso surgen de la universidad». Las estadísticas le dan
la razón: el porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) que dedican
Estados Unidos, Canadá o Japón a educación superior ronda el 2,7%,
frente al 1,5% de la media europea. Las cifras se alejan más si se
comparan con España, que todavía anda a la cola de los países
comunitarios, con el 1,1% del PIB. Finlandia, Suecia y Dinamarca
alcanzan el 1,7%. Son los resultados del último informe de la Comisión
Europea sobre la consecución de los objetivos educativos fijados en
Lisboa en 2000. Uno de ellos: acercarnos a Estados Unidos.
La UE ha reducido el gasto por alumno en los últimos años
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A Alegre no le sorprenden los datos. En su opinión, esa mayor inversión
estadounidense («tanto en ciencias como en humanidades») se traduce en
más fondos para adquirir materiales o asistir a congresos «y, de ese
modo, poder continuar la formación y compartir proyectos». Otros
destinatarios suelen ser los alumnos de posgrado. «Pueden cursar el
doctorado sin depender de otras fuentes de ingresos que supondrían una
distracción de sus estudios». El
catalán también hace hincapié en el aumento de movilidad dentro de los
rangos académicos que una fuerte inversión permite, al hacer que el
sistema de acceso a una plaza docente sea más fluido. Esa movilidad,
dice, está ligada a la competencia entre centros. Pone un
ejemplo: «Si un profesor o investigador atrae fondos o atención
mediática, eso puede ser proporcional al dinero que esa universidad
reciba en un futuro, por lo que los centros intentan atraer a los
mejores profesores —que, a su vez, podrán obtener las mejores becas de
investigación—, y a los mejores alumnos que, después, se esparcirán por
otros lugares». Y así, la rueda continúa. En definitiva, Alegre cree
que, de ese modo, la inversión no se reduce a la mejora de la formación
y a la aportación de fondos para una investigación concreta, «sino que
esos avances no se quedan estancados en una institución». Otro
informe —La enseñanza superior en el mundo, elaborado por la Red Global
de Innovación Universitaria (GUNI) y presentado en la Politécnica de
Cataluña— corrobora la supremacía estadounidense en cuanto a gasto
académico. En este caso, por estudiante y año. Las diferencias quedan
así: EEUU invierte cerca del doble (7.600 euros). La media europea se
reduce a 4.300 y en España a 4.100. Además, las cosas han ido a
peor en los últimos años. La expansión masiva de la educación superior
(el incremento de estudiantes universitarios ha pasado de 68,6 a 110,7
millones en la última década en todo el mundo y se espera que en 2020
haya 125 millones) y la disminución de los recursos estatales han
provocado la reducción drástica del gasto por estudiante. En
África, por ejemplo, se pasó de 5.079 euros anuales en 1980 a 985 en
1995. Reino Unido también redujo a la mitad la financiación pública por
alumno. Si el recuento se hace en toda la Unión Europea, se observa
que, durante la 'Europa de los 15', la cantidad que se destinaba era un
tercio más: de 7.088 euros entonces a poco más de 4.000 en la
actualidad.
Los docentes critican la falta de interés de la sociedad por la educación
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INFORME MUNDIAL. Las regiones que más destinan por estudiante son
Estados Unidos, Oceanía, Dinamarca, Suecia y Canadá, pero también
destacan Guinea Ecuatorial, Suazilandia y Malaui. Por
eso, los rectores recuerdan a cada rato al Ministerio de Educación y a
las comunidades -las competencias educativas están transferidas- que,
sin financiación, poco pueden avanzar. Los últimos en hacerlo han sido
los de Andalucía, que, a través de la asociación que reúne a los 10
responsables de las universidades públicas de la región (AUPA), han
solicitado a la Junta una mayor apuesta financiera. En cifras: que se
les dedique el 1,5% del PIB andaluz, frente al 0,88% actual. Volviendo
al informe mundial de la GUNI, uno de los expertos en financiación que
participó en su elaboración es Miguel Ángel Escotet, director de
Instituto de Posgrado y Formación Continuada de la Universidad de
Deusto. Le avala una brillante trayectoria que le ha llevado a ejercer
de decano en la Universidad de Florida, de rector en Texas y Venezuela
y de secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI). Por citar parte de su currículo. Se muestra contundente
ante la pregunta de por qué en Europa -y en España- se invierte menos
que en Estados Unidos o Japón: «El gran problema es que nuestra
educación superior está soportada casi en exclusiva por el Estado, y en
EEUU es la sociedad en su conjunto la que lo hace». Habla de una
mentalidad totalmente diferente. «Allí, la educación es un tema que
afecta a todos y aquí nos da más igual; existe una falta de cultura muy
grande en ese sentido». IMAGEN PÚBLICA. No anda desencaminado en
su apreciación. La primera encuesta nacional sobre la imagen pública
del sistema universitario español, llevada a cabo por la Agencia
Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), señala que
el 90,5% de los españoles ve a la universidad «como una institución muy
importante», más incluso que la policía, la prensa diaria o la justicia. Otra
cosa es que conozcan el nombre del Ministerio o de los responsables
encargados de cuestiones universitarias o que crean que su función
formativa es adecuada. De hecho, pocos piensan que dicha faceta se
adecúe al mercado laboral. También opinan que la organización de los
recursos es «mejorable», así como el nivel de calidad. Escotet
apunta otro factor que diferencia a nuestras universidades de las
americanas: la escasa contribución del sistema productivo a la
universidad en términos de cooperación económica, gestión de patentes,
I+D... Es la pescadilla que se muerde la cola. «La empresa no ha
contribuido a mejorar la universidad, pero tampoco la universidad ha
sabido estar a la altura. En EEUU, el concepto de mecenazgo privado es
muy importante y el Estado lo favorece». Esa otra mentalidad
permite que allí no haya diferencias entre universidades públicas y
privadas, sino entre «buenas y malas», en función de su nivel de
calidad. «Las dos reciben financiación pública y privada, y las dos
tienen que rendir cuentas de lo que hacen, de su eficiencia, para
seguir recibiendo fondos. En España no, aquí la financiación no depende
de si se hacen bien las cosas, de los méritos de los profesores... sino
del número de alumnos». Va más allá cuestionándose: «Aquí, ¿cuántos
alumnos mantienen su beca a pesar de suspender? Y si hablamos de
profesores, ¿por qué no se les piden cuentas de su rendimiento?». Conoce
bien la situación Cristina Muñoz-Pinedo, científica española que
disfruta de una estancia en el Instituto de Alergia e Inmunología La
Jolla, en San Diego (EEUU). Allí está desde 2002, pero su
periplo científico la llevó antes a la Universidad de Sevilla, el
Instituto de Parasitología y Biomedicina de Granada, la University
College de Londres o el centro equivalente al CSIC español en Francia,
el prestigioso CNRS. La investigadora no está de acuerdo en que
una alta inversión en educación vaya unida necesarimamente a una mejor
formación. Sí habla, en cambio, de las abismales diferencias en el
ámbito de la investigación. «Se nota en las instalaciones, la ayuda
técnica y administrativa por investigador (secretarios, técnicos...) y
en el dinero asignado por agencias y fundaciones». También
asegura que la mano de obra cualificada en España es «barata», mientras
que en Estados Unidos «gastan más dinero en sueldos y sobre todo en
productos y reactivos que te permiten ahorrar tiempo y trabajar mucho
más deprisa y cómodamente». Se centra en su campo, la biología: «Te
sirve de poco tener muy buenas ideas si tardas en hacer los
experimentos necesarios para demostrarlas». PRESUPUESTO EN I+D.
De hecho, la inversión en I+D sigue siendo una de las cuentas
pendientes del PSOE. En plena campaña electoral, Rodríguez Zapatero
prometió dedicar el 1,6% del PIB a investigación. La cifra, sin
embargo, no sobrepasa el 1% todavía, porcentaje similar al que se
dedica a la educación superior en general. Francisco Michavila,
experto en financiación universitaria y director de la Cátedra UNESCO
de la Politécnica de Madrid, cree que debe crecer el presupuesto en
este campo y da una cifra: «Para que Europa pudiera alcanzar a EEUU
deberíamos invertir 150.000 millones de euros cada año». También
opina que no todo el esfuerzo debe venir de la Administración pública.
Su apuesta: la cofinanciación. «Hay que buscar otras fuentes dentro del
sector privado. Los que luego se benefician de una universidad mejor
deben contribuir a su desarrollo». ¿Cómo? Cita el ejemplo de Francia,
donde existe un canon de ayuda a las universidades por parte de las
empresas, de forma que éstas últimas eligen los centros en los que
quieren invertir. Eso sí, tiene claro que una subida de las tasas no
sería una solución «siempre y cuando no aumentaran también las becas y
las ayudas».
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