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Catchall Blog/ Cajón de sastre

El desarrollo democrático y la virtual mentira


Se debe resistir y combatir la era de la virtual mentira. Es necesaria una revolución de la verdad y de la transparencia. Enseñar ética y estética, tanto a los padres o representantes como a sus hijos e hijas desde la temprana edad, es enseñar el respeto a la dignidad del ser humano y de todos los seres vivos, es conciencia ecológica, es colaboración, integridad, respeto por la diversidad. La educación para la ética es la llave que ayuda a entender este mundo con un sentido de compasión, es una educación contra la crueldad, contra la violencia, es un examen de nosotros mismos; es la aceptación de que el corazón humano, nuestro corazón, no es invariablemente bueno, pero podemos trabajar para serlo.


Los momentos de crispación que se están viviendo en múltiples niveles sociopolíticos y económicos y en las repulsivas agresiones bélicas son una muestra del bajo desarrollo político, que impide ser capaces de dialogar entre los extremos y el centro como una forma de aprendizaje de la tolerancia y de las dimensiones afectivas y emocionales. Esta tensión nos lleva a pensar que nuestra sociedad política y una parte importante de líderes sociales necesita ahondar en las buenas prácticas éticas y estéticas. La falta del ejercicio cotidiano de estas buenas prácticas está erosionando de manera fulgurante la democracia.

La llamada posverdad, término de ambigüedad calculada, es tan insolente e innecesaria como la posmentira. En ambos casos, son distorsiones deliberadas de la realidad que suponen una transgresión contundente de la ética y de las expresiones estéticas y que se han expandido en las malas prácticas políticas de unos y otros. Un sistema democrático sin un ejercicio real y permanente de las prácticas éticas y estéticas es una forma encubierta de manipulación social y totalitaria.

Filósofos, artistas, legisladores y poetas han pasado muchos siglos analizando estos dos conceptos de ética y estética, y algunos han llegado a la conclusión que no pueden separarse de la propia formación del ser humano. La educación para apreciar la belleza se dirige a los sentidos y al corazón; desarrolla la conciencia. Nos ayuda a encontrar un bien que nos conmueve, que nos redime y que nos invita a compartirlo con los seres que nos rodean, pero que nos permite también disfrutar la soledad. La estética, como expresa Voltaire, “desencadena lo bueno, rechaza lo contrario y requiere la fuerza del hábito para darle a este una determinación constante y uniforme”. La educación para la ética es también la formación para la búsqueda del bien, para evitar el mal, aunque sea este un concepto desacreditado por los abusos de los relativistas culturales.

El desarrollo ético y estético implica una educación para la búsqueda del bien y la justicia, para el respeto a la libertad, no sólo a la nuestra, sino a la de quienes nos rodean.  Para decirlo con un ejemplo de nuestra historia, si quienes sucesivamente incendiaron, atacaron, lanzaron decretos contra ella y finalmente destruyeron la Biblioteca de Alejandría, hubieran sido educados en la ética y la estética, jamás habrían tocado uno de los tesoros mayores que la humanidad sigue añorando.

Y para volver a la historia reciente, si los fanáticos talibanes en Afganistán que destruyeron los Budas de Bamiyan un año antes de terminar el siglo XX hubieran tenido educación ética y estética, hubieran respetado esos extraordinarios seres de piedra, que no sólo constituían un bien cultural en sí mismo, sino que al mismo tiempo atraían turistas y con ellos trabajo y pan para su propia gente. Ninguno de esos exterminadores pensó en la belleza que destruía, ni el bien que ya no podría florecer. Por eso, la estética es la formación de la razón en la pasión por los valores y prácticas de la misma sostenibilidad, tanto del medio físico como del cultural.

Como profesionales de la psicología, conocemos desde hace años que la educación estética, la formación artística, refuerza las habilidades cognitivas, les da esplendor y prepara a las personas para comprender mejor el significado de las emociones humanas. También ayuda a apreciar los valores de su cultura y la riqueza espiritual que proporciona la belleza y la creatividad que sobrepasa todas las fronteras. Esto ha sido objeto de investigaciones recientes dirigidas a observar los cambios positivos en el desarrollo de la inteligencia emocional y en la reducción del etnocentrismo y, por tanto, en el aprendizaje cultural.

Platón trata la estética como una introducción hacia lo bueno, hacia el bien común. La belleza es la dimensión espiritual que inmediatamente amamos por defecto, de forma natural. Por ello, el juicio estético va más allá de las ganancias y de la moral, porque entramos en el mismo significado postmoderno de la calidad de vida. Un significado que va apareado a la belleza y a un nuevo paradigma que empieza a revolotear en nuestra sociedad: el valor virtual sobre el valor real que da pie a la “economía de lo intangible” sin que ello implique, por supuesto, la desaparición del valor material. En otras palabras, existe un cambio de paradigma en la forma como percibimos las cosas dentro de los esquemas de incertidumbre. Todo ello constituye una crisis epistemológica. La ciencia y la tecnología se mueven también hacia ese pensamiento utópico en donde lo “intangible” contiene otro nivel de realidad cuya existencia puede ser percibida pero no alcanzada. Por ello, el juicio estético al no estar sujeto a ningún modelo o constructo lógico, supera y ofrece fuentes de innovación frente al realismo de la ética y el hiperrealismo de la economía convencional.

En síntesis, todo ello refuerza el pensamiento postmoderno de que la ética se basa en la estética y viceversa, en línea con Hegel, Habermas, Schiller o Foucault. La verdad y el bien común son como expresa Hegel hermanos de la belleza. El perfeccionamiento estético es un concepto que va más allá de los sentidos y la percepción: es la educación para el respeto a la creación artística e intelectual del ser humano; para el respeto a la belleza del planeta, a la biodiversidad, para medir las consecuencias de nuestras acciones sobre la armonía y el equilibrio del universo. 

La educación para la ética es la llave que ayuda a entender este mundo con un sentido de compasión, es una educación contra la crueldad, contra la violencia, es un examen de nosotros mismos; es la aceptación de que el corazón humano, nuestro corazón, no es invariablemente bueno, pero podemos trabajar para serlo. Es comprender que la bondad, la búsqueda del bien y la justicia imponen deberes, pero nos hacen vivir una vida más plena. Se debe resistir y combatir la era de la virtual mentira. Es necesaria una revolución de la verdad y de la transparencia. Enseñar ética y estética es enseñar el respeto a la dignidad del ser humano y de todos los seres vivos, es conciencia ecológica, es colaboración, integridad, respeto por la diversidad.


Referencias

Dewey, J. (1934). Art as Experience. Nueva York: Putnam’s and Sons.

Escotet, M.A. (2020). Pandemics, leadership, and social ethics. Prospects, 49, 73–76. https://doi.org/10.1007/s11125-020-09472-3.

Escotet, M.A. (1989) Spain and Latin America: The Double Challenge. Geopolitique (Washington D.C. and Paris), 25, Spring, 39-41.

Farber, Samuel (2021), Lies and Professional Politicians. New Politics, June 28.

Foucault, M. (1984). “On the Geneology of Ethics”. En Rainbow (Ed.) Foucault Reader. Nueva York, Pantheon.

Hegel, G.W.F. (1979). Introduction to Aesthetics. Nueva York: Oxford University Press.

Popa, S. (2022). Taking stock: Impacts of the Covid-19 pandemic on curriculum, education, and learning. Prospects. https://doi.org/10.1007/s11125-022-09616-7

Schiller, F. (2004). On the Aesthetic Education of Man. Nueva York: Dover Publications.

Voltaire (2010). Dictionnaire philosophique. París: Éditions Flammarion.

Voltaire (1997). “The Essence of Taste”. En S. Feagin and P. Maynard (Eds.), Aesthetics. Nueva York: Oxford University Press. 


 © 2024 Miguel Ángel Escotet. Todos los derechos reservados de la versión del Blog Cajón de Sastre. Se puede reproducir citando la fuente y el autor. Versión condensada publicada en el Diario ABC de Madrid (España), 18 de octubre de 2022, página 52. Puede leerse aquí.